Cuando el mercado no garantiza la sostenibilidad de la empresa y es necesario abrir nuevos negocios, la internacionalización puede ayudar a su desarrollo o a su supervivencia. Se trata de una estrategia de diversificación del riesgo que, en nuestro país, ha avanzado de forma notable en los últimas dos décadas. A pesar de ello, España todavía se halla por debajo de las economías más grandes de la Unión Económica y Monetaria y su tejido empresarial, compuesto por una gran mayoría de pequeñas y muy pequeñas empresas, no favorece la intensidad exportadora.
¿Cuáles son los principales problemas que puede encontrar una empresa a la hora de internacionalizarse? Hay una serie de riesgos que las compañías que desean salir al exterior deben afrontar, según identifica la empresa Mapfre en el informe “La internacionalización de la empresa española: oportunidades y riesgos“.
Podemos clasificarlos en internos y externos:
– Riesgos internos
Derivados de las propias decisiones tomadas en el seno de la empresa como, por ejemplo, qué hacer con el personal del país de origen, las contrataciones que se realizarán en el territorio de destino (contando con la existencia de diferencias entre los marcos jurídicos y las legislaciones laborales entre países) o el riesgo de liquidez (si la empresa tiene dificultades para hacer frente a sus deudas).
– Riesgos externos
Provienen del entorno. Entre ellos están los riesgos derivados del tipo de interés (pérdidas asociadas a las oscilaciones en los tipos de interés), el riesgo de mercado (por las variaciones de los precios) y el riesgo de crédito (también llamado de suspensión de pago).
Dentro del grupo de los riesgos externos, el que más llama la atención es el riesgo-país, esto es, el potencial competitivo de una región. Este riesgo evalúa el atractivo para la entrada de inversores a través de una serie de indicadores que miden empresas como Euromoney, Business Environment Risk Information y Standard & Poor’s. El riesgo-país (que viene medida por la prima de riesgo) está compuesto por aspectos como las decisiones gubernamentales sobre las actividades empresariales, la estabilidad económica del país, las circunstancias sociales (como el reparto de la riqueza, el índice de delincuencia), las barreras y medidas proteccionistas que establecen los Gobiernos para proteger el mercado local y los sistemas económicos y rasgos socioculturales que difieren entre los países.
Al margen de los riesgos internos y externos podemos encontrar los riesgos extraordinarios, que no dependen de la intervención del hombre, sino que tienen relación con los fenómenos naturales.
Estas incertidumbres, internas y externas, unidas a la falta de músculo financiero son las que provocan que la mayor parte del tejido productivo español no se haya atrevido aún a dar el salto al exterior. El 85,5% de las empresas encuestadas declara que no tiene previsto iniciar procesos de internacionalización en los próximos cinco años. Resulta desconcertante teniendo en cuenta que, desde 2009, las empresas que más se han enriquecido han sido las 3.850 que han internacionalizado su actividad. Otro dato positivo que debería de animar a los locales a buscar oportunidades en el exterior es que casi la mitad de las empresas que salen al exterior consiguen rentabilizar su inversión inicial en menos de cinco años. Sin embargo, sólo el 8% de las compañías encuestadas tiene previsto internacionalizarse de aquí a unos pocos años.
En tanto se produce una extensión del universo exportador, las grandes empresas, en su mayoría cotizadas del IBEX, son las que lideran el volumen de ventas al extranjero. Por ello, las industrias españolas que más presencia tienen en el exterior son las pertenecientes a los sectores industrial, financiero, agrario, comercial y constructor.
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